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Nacida en un pueblo pesquero en el seno de una acomodada familia judía, María Magdalena se caracterizó, ya desde sus primeros años, por su inusitado deseo de conocimiento. Fue también en su infancia cuando comenzaron sus visiones, hecho que marcaría su vida para siempre. Abocada a un largo y tortuoso proceso de transformación espiritual, huyó al desierto. Allí su destino se cruzó con el de un joven profeta, Jesús, cuyas palabras le ayudarían a encontrar un sentido no sólo a sus visiones, sino también a su existencia. Convencida del mensaje, pasó a formar parte del círculo más cercano de Jesús, contribuyendo activamente a la forja de un nueva fe. María Magdalena decidió entregarse totalmente a esa misión y continuó con la divulgación de la palabra de Jesús, incluso después de la muerte de éste. Su elección, sin embargo, la obligó a renunciar a su marido e hija, un sacrificio que despertó todo tipo de rumores que han llegado hasta nuestros días.
Nacida en un pueblo pesquero en el seno de una acomodada familia judía, María Magdalena se caracterizó, ya desde sus primeros años, por su inusitado deseo de conocimiento. Fue también en su infancia cuando comenzaron sus visiones, hecho que marcaría su vida para siempre. Abocada a un largo y tortuoso proceso de transformación espiritual, huyó al desierto. Allí su destino se cruzó con el de un joven profeta, Jesús, cuyas palabras le ayudarían a encontrar un sentido no sólo a sus visiones, sino también a su existencia. Convencida del mensaje, pasó a formar parte del círculo más cercano de Jesús, contribuyendo activamente a la forja de un nueva fe. María Magdalena decidió entregarse totalmente a esa misión y continuó con la divulgación de la palabra de Jesús, incluso después de la muerte de éste. Su elección, sin embargo, la obligó a renunciar a su marido e hija, un sacrificio que despertó todo tipo de rumores que han llegado hasta nuestros días.