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El cine, la televisión y los compendios infantiles han difundido ampliamente la figura de Helen Keller (Tuscumbia, 1880-Easton, 1968), esa maravillosa mujer que, pese a parecer estar destinada a vivir casi separada del mundo, por ciega y sordomuda, inverosímil y milagrosamente, superó todas sus imposibilidades y vivió una larga vida dando conferencias y escribiendo libros; uno de ellos, Light in my Darkness, sobre el intrincado y sutilísimo místico sueco Emanuel Swedenborg. Este otro libro, The Story of my Life, lo escribió mientras aún estaba en la universidad con la ayuda de su institutriz y amiga Anne Sullivan y del marido de esta, John Macy. La historia de mi vida de Helen Keller, sigue siendo, pese a más de un siglo de descuido editorial, un hermoso y ejemplar testimonio de superación y valentía humanas contra el que no podrá el olvido. Helen Keller nació en 1880, y antes de cumplir dos años de vida perdió la vista y el oído en el transcurso de una enfermedad. «Durante casi seis años», dice, «viví privada del menor concepto sobre la naturaleza o la mente, la muerte o Dios. Puede decirse que pensaba con mi cuerpo, y, sin excepción, los recuerdos de aquella época están relacionados con el tacto… No había una chispa de emoción o racionalidad en esos recuerdos clarísimos, aunque meramente corporales; podía compararme con un insensible pedazo de corcho. De pronto, sin que recuerde el lugar, el tiempo o el procedimiento exacto, sentí en el cerebro el impacto de otra mente y desperté al lenguaje, el saber, el amor, a las habituales nociones acerca de la naturaleza, el bien y el mal».Lentamente, aprendió los nombres de las cosas que podía tocar; aprendió a hablar y a escuchar con las manos. Aprendió a escribir y a mecanografiar. Fue admitida en el Radcliffe College, y allí curso estudios. Ninguna mujer de su época ha sido tan merecidamente celebrada.